Durante la semana mi madre nos solía cocinar natillas, flanes, arroz con leche, leche frita, o bizcochos; pero los domingos era el turno de los churros con chocolate, las tortas, las torrijas y, sobre todo de las rosquillas, las preparaba en un momento, sobre todo si llegaba una visita inesperada. Los pestiños (dulce bañado en miel) eran para ocasiones especiales, púes requieren más trabajo.
Recuerdo con mucho cariño el delicioso y embriagador olor a canela que impregnaba toda la casa, y como mi madre hacia bandejas y bandejas de rosquillas y borrachuelos para compartir con familiares, amigos y vecinos.
Esta es la receta con la que realice mis primeros pinitos en la cocina, ya que siendo muy pequeñita ayudaba (o más bien incordiaba) a mi madre a hacerlas, solo que como no me salía muy bien la forma de rosquilla, yo hacia palotes.
Y ya me veis toda impaciente y emocionada esperando que mi madre sacara del fuego mi pequeña y chichurria creación. Esos momentos siempre permanecen en el corazón.
Decididamente, es la receta que marcó mi infancia, mi adolescencia y mi madurez.
Sin más dilación, la receta.
Ingredientes
• 2 huevos
• el zumo y la cáscara de una naranja
• 12 cucharadas de aceite de oliva
• 12 cucharadas de leche
• 12 cucharadas de azúcar
• 2 sobres de levadura química
• 1 cucharadita de canela molida
• 500g de harina
• una cáscara de limón
• aceite para freír
• azúcar y canela para rebozar las rosquillas
Elaboración
En primer lugar, confitaremos la cáscara de limón en el aceite para restarle acidez, lo tendremos hasta que empiece a burbujear levemente el aceite alrededor de la cáscara, y seguidamente, retiraremos la sartén del fuego. Reservaremos hasta su utilización (antes de freír las rosquillas quitaremos la cáscara de limón).
En un recipiente, batiremos los huevos junto con el azúcar y la ralladura de naranja hasta que queden un poco espumosos y blanquecinos. A continuación, incorporaremos la leche, el aceite, el zumo de una naranja y la canela molida.
Cuando haya pasado el tiempo correspondiente, la dispondremos sobre una superficie lisa espolvoreada con harina, y formaremos unas bolitas. haremos con cada una de ellas tiras, a las que uniremos los extremos para formar rosquillas.
Las freiremos en una sartén con abundante aceite, a fuego medio, ya que si nos pasamos con la temperatura quedaran muy tostadas por fuera y crudas por dentro. Lo que yo recomiendo es echar una pequeña porción de masa para comprobar que tiene la temperatura correcta.
Finalmente, las colocaremos sobre un papel absorbente y las rebozaremos en una mezcla de azúcar y canela molida (las proporciones van a gusto).
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